INSISTIR EN LA C40 ES COMO PEDIR MÁS SOCIALISMO PARA UNA CUBA LIBRE POSIBLE

Por Carlos Carballido. Durante más de 6 décadas la libertad de Cuba ha estado en el tintero de las dos orillas seculares del exilio cubano...

Por Carlos Carballido.

Durante más de 6 décadas la libertad de Cuba ha estado en el tintero de las dos orillas seculares del exilio cubano: es decir Miami y todo lo demás fuera de sus costas marítimas. Y quizás ingenuamente -quiero pesarlo de esa manera- para la gran mayoría de exiliados que desean una patria sin castrismo, insisten en lo que podría ser un error histórico más: restaurar la Constitución de 1940 como modo de encauzar el futuro político de la nación.

Cuando hablamos de error es que NO acabamos de entender que una constitución como la del 40, influida en gran manera por mentes inclinadas al socialismo y las izquierdas, desde Saladrigas hasta Marinello, terminan, a corto o largo plazo, volviéndose contra el mismo pueblo que jura defender.

El carácter socialista de la C40 ha sido más que estudiado. El propio ideólogo socialcomunista cubano, Rafael Rojas, describe en un estudio cuáles fueron las fuerzas ideológicas que se encargaron de formar la Asamblea Constituyente el 15 de noviembre de 1939 y cómo impregnaron el documento de esa ideología de corte izquierdista. Rojas recuerda además en su ensayo Historia Mínima de la Revolución Cubana  que el mismo Fidel Castro en su alegato del Moncada prometió el rescate de la C40 porque podían implementarse cuestiones como el reparto de las tierras y la participación obrera en los destinos políticos de la nueva Cuba. Igualmente, en 1957, Castro ratificaba en el «Manifiesto de la Sierra Maestra» su intención de restaurar dicha constitución, si lograban derrocar la dictadura de Batista. Es decir, una vía perfecta para aplicar lo que ya conocemos los cubanos por más de 60 años.

Sin embargo, si queremos desmontar el mito salvador de la C40 necesariamente tenemos que verlo desde la filosofía y el pensamiento abstracto, aspectos que parecen no existir en muchos patriotas y defensores de este documento como único modo de restituir la libertad en Cuba. En el exilio, la tesis de ver a la C40 es sustentada en la idea de que se debe recuperar porque sería el punto de partida hacia algo mejor. El planteamiento es demasiado subjetivo porque no tiene en cuenta un análisis abstracto ni histórico sobre la efectividad real de las constituciones que son violadas una y otra vez sin ninguna vergüenza.

El filólogo cubanoamericano Ray Luna, un estudioso de las constituciones y las democracias,  considera que, en una Cuba libre posible, insistir en abrazar la Constitución del 40 sería otro camino más que perpetuaría el socialismo en la isla o al menos, lo permitiría por segunda ocasión.

¿Y en qué se basa Luna para tan arriesgada conclusión?

  En dos puntos claves pero ambiguos por la forma en que están expuestos. De un lado la posibilidad de la expropiación en su artículo 24 y en el doble rasero del artículo 87 en el cual, a pesar de reconocer la propiedad, se define esta con carácter social a diferencia de la Constitución de 1901 dónde prevalencia el carácter individual de todo aquello que le pertenece al individuo por derecho.

Y tiene razón probada. Estos dos caminos, junto al artículo 25 de prohibir la pena de muerte, permitieron, por ejemplo, que un personaje siniestro como Fidel Castro no solo llegara al poder en 1959 sino que pudiera  emprender, sin ningún freno legal,  la nacionalización de empresas norteamericanas y el poder absoluto del estado sobre la propiedad social e individual. Más allá de haberlo hecho por su naturaleza de tirano, a nivel internacional fue aplaudido precisamente porque lo hizo utilizando poderes que la propia constitución le permitía:  el bien social por el pueblo y para el pueblo. Incluso, en un caso llevado a la corte estadounidense en 1964  por empresas americanas expropiadas, el fallo (puede leerlo aquí) fue a favor de Castro (en realidad a favor del Banco Nacional de Cuba) porque en las argumentaciones de los abogados defensores señalaron que  así estaba previsto en la Constitución cubana de la época y por tal motivo los tribunales federales norteamericanos no tenían jurisdicción en ese asunto. Años después, la nueva Constitución escrita por la mano de Castro no llegaría hasta 1976, en la que el castrismo ya exhibiría en blanco y negro el carácter abiertamente socialista de la Revolución de 1959.

  
En una charla magistral en Twitter, (puede escucharla en su totalidad aquí) Luna desmenuzó las inconsistencias e inviabilidad de C40, pero sobre todo la manera en que para la isla es inviable si queremos una Cuba distinta y libre.

En realidad, el peor error que tenemos los humanos es creer que una Constitución es sagrada cuando en verdad no es más que un conjunto de prohibiciones legisladas por grupos de intelectuales y activistas sociales que a la postre pretenden asegurarse el poder estatal y que para lograrlo cambian o enmiendan cada artículo. La debilidad más grande de una Constitución es precisamente su multitud de artículos tal y como lo afirmó el filósofo Joseph Maistre en su famoso Ensayo sobre el Principio Generador de las Constituciones (Essai sur le Principe Générateur des Constitutions Politiques) en su cuarta tesis. Y es que la evidencia histórica comprueba aquello que afirmaba el economista francés Frédéric Bastiat que mientras más leyes tenga una Constitución peor es.

Si bien la C40 es mejor alternativa que las Constituciones posteriores a 1959 lo cierto es que además de permitir las vías legales para el castrocomunismo, abrió el paréntesis para el mayor cáncer político que experimentan las sociedades democráticas y es el crecimiento “mastodóntico” del Estado y sus instituciones que, en la práctica, para lo único que sirve es para ir rebanando, cada vez más,  las libertades individuales de los componentes de la sociedad.

Ray Luna nos recuerda que si una constitución permite el crecimiento del estado sin límites y amparado por supuestas necesidades histórico sociales, a lo único que se da paso es la creación de dictadores cómo Batista en el mejor de los casos o a Tiranos como Fidel Castro. Y es en ese punto cuando un pueblo comienza a padecer su propia culpa o su propia idiotez de legitimar un panfleto influido por comunistas y socialistas de la época.  

En realidad, una Constitución no es balance de poderes separados. Es una falacia, dice Luna, porque en lo concreto en todas las sociedades “democráticas y constitucionales” es el Estado el último juez que puede decir la última palabra. El mejor ejemplo que podemos citar en la actualidad fue cuando el encierro global por el COVID 19. La mayoría de las Constituciones garantizan el derecho de movimiento, la libertad de expresión y de inviolabilidad de tu cuerpo. Sin embargo, los estados nos encerraron, nos prohibieron salir a la calle o ir a un restaurante o nos obligaron a vacunarnos y cualquier opinión contraria era presa de la mayor censura y consecuencias laborales.

¿Qué sería mejor que reinstaurar la C40 en Cuba?

 Empezar desde cero. Reconstruir una nación basada en leyes humanas antropológicamente existentes, que sean lo suficientemente sólidas o casi imposibles cambiarlas por corrientes ideológicas en manos de jueces que van y vienen. (recordemos que Inglaterra no tiene Constitución, sino que se rigen por un conjunto de Leyes en una especie de Carta Magna).

Para Ray Luna, en un país como Cuba, malformado en lo ético, cognitivo, cultural y lo social, una posible vía sería la creación de una República Responsable, con estado mínimo, respeto de la libertad y la propiedad individuales porque desde el mismo instante que se vinculen los derechos de propiedad al factor de interés social, ese sería el primer paso para repetir el infierno que vive la isla. La igualdad, afirma, debe ser entendida solamente ante la Ley y no ante la propiedad. La C40 lastraría demasiado ese principio universal y una necesidad histórica para que Cuba no vuelva a un sistema socialista, quizás menos grave como el castrismo, pero que es responsable del exterminio de 150 millones de seres humanos en el conjunto de países que lo han asumido como sistema de gobierno.

Luna recuerda que siempre es más fácil derogar lo que no sirve y simplificar la Ley que intentar restituir una constitución para luego construir otra o simplemente agregarle otra infinidad de artículos y hacerla tan inservible como decía Joseph Maistre en su cuarta tesis. Por eso el planteamiento de una República Responsable más similar al concepto libertario norteamericano y por qué no, de la escuela económica austríaca, entendido como una forma de elección de representantes de gobierno por grupos humanos de diferentes intereses políticos e ideológicos. Esto impediría, o al menos retrasaría mucho, que la chusma al final elija a políticos que terminen afectando los intereses de una nación y la preservación de sus valores morales.

Y cuando hablamos de República, debemos evitar su asociación con la Democracia, advierte Luna. La evidencia empírica en términos macro-socioeconómicos nos demuestra que las democracias han sido más injustas que las propias dictaduras, categoría, insiste Luna, en la que no puede ubicarse a Fidel Castro porque su génesis conductual siempre fue la de un Tirano y no la de un Dictador como si pudo haber sido Batista.

Desde el primer momento que damos participación en los destinos de un país a una masa de personas que nada tienen, ni siquiera pensamientos propios o que consideran al estado como benefactor, su voto irá dirigido a cualquier interés político contrario al respeto de la propiedad y libertades individuales. Y este esquema es el que vemos repetir una vez tras otra en naciones que validan tiranías, dictaduras y socialismo globalista precisamente a través de comicios democráticos. Venezuela, Colombia, Chile y Argentina son los ejemplos más cercanos en geografía y tiempo. Entonces la pregunta que nos deberíamos hacer todos los cubanos que queremos libertad en nuestra Patria es…. ¿por qué insistir en ese modelo << de Democracia>> para una Cuba sometida al castrocomunismo por más de seis décadas? Acaso ¿volverlo a validar?

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