HAY DIFERENCIAS ENTRE EL RAQUETERO Y EL APOSTADOR COMPULSIVO

Por Andrés Pascual Si un apostador compulsivo es líder o dirigente de un conjunto puede “arreglar” algún juego, por lo tanto, el hec...

Por Andrés Pascual

Si un apostador compulsivo es líder o dirigente de un conjunto puede “arreglar” algún juego, por lo tanto, el hecho de apostar porque “no puede contener el ansia”, tampoco puede salvar de la penalidad al que comprometa su moral y la ajena al extremo de entregar juegos, a fin de cuentas, actividad delincuente.

El 14 de Septiembre de 1957, el cronista Jimmy Cannon escribió un material que tituló “EL DRAMA DE APOSTAR”, en el trabajo enumera una serie de rasgos, de cambios del comportamiento y del carácter ajustables al vicioso de la quiniela, sin embargo, yo conocí a uno en mi pueblo que solo coincidía con un aspecto de los que explicó Cannon y era un jugador irrefrenable, todavía es.

Para el cronista, el apostador desbocado sufre cambios notables y peligrosos del temperamento: puede convertirse en un individuo que altere el hábito del aseo personal (visible, coincide con mi amigo), transforma su estado de ánimo de tratable y alegre a huraño y apartado (nunca lo aprecié) y otras característcas que, por lo visto, son de origen y tratamiento siquiátrico.

El caso es que el jugador compulsivo tiene que jugar, la obligación de apostar supera incluso el resultado de la apuesta, por eso pierden tanto, porque son presas fáciles de quienes tienen el juego como negocio, no como “entretenimiento”.

Suponga que un jugador enfermo llegue a un grupo con la idea de hacer una buena apuesta, pero los que saben que su único interés es vivir “el vilo” del desarrollo de la actividad en que apostó, aguantan la proposición de la jugada y lo obligarán a hacer la que el pícaro desee, que el infeliz aceptará con tal de irse a dormir bajo efectos de un estado de ánimo tan raro que, en realidad, es torturante.

¿Por qué accede al arreglo un atleta? Pudieran existir otras causas, pero, la principal es por dinero, por infelicidad, en 2do la falta de carácter, la debilidad para imponerse a la tentación porque se siente malpagado, entonces cae en la trampa bajo influencia de grupo, que lo pueden arrastrar si no está totalmente definido moralmente; es decir, si no le da la importancia que requiere conocer dónde empiezan y terminan los principios del individuo y de lo que representa para la grey infantil.

En Enero del 2014, escribí para BEISBOL 007 lo que puede leer debajo:


Clasificando ante el mal de los arreglos al público americano, puede decirse que, por cierta ingenuidad, sentimiento casi infantil, necesita que lo engañen varias veces hasta que “se le llene la gandinga” con las pruebas; entonces reacciona con violencia única, comprobado ante el caso de la Serie Mundial de 1919, que le costó a los sobornados no poder participar en ninguna actividad relativa al deporte nunca.

Aquella vez y durante muchos años, el público americano apoyó la decisión del Juez Landis; igual hizo cuando, en los 40's, un joven (33 años), dueño de los Filis de Filadelfia, fue separado para siempre del beisbol porque apostó a su club.

En 1959, en Ligas Menores, arreglaron varios jugadores del Charlotte, el infielder cubano Waldo González recibió la suspensión por encubrimiento. Esos hombres que compran jugadores, campeonatos...no son apostadores, son racqueteros, gangsters de oficio que manejan el soborno con utilidades cuantiosas y saben cuándo, cómo y con quién hacerlo.

Entre comentaristas de gradería, por lo menos en Cuba, circulaba la opinión de que la adrenalina influía en la decisión de apostar relativas buenas cantidades de dinero; es decir, considerar “un bárbaro” al que expusiera X cantidad de monedas (equivalente a cinco pesos), a las “patas de un gallo”; a los puños de un boxeador; al brazo que sostenía y manejara una cesta punta en la pelota vasca, o al bate de un club de beisbol, en el caso del pasatiempo nacional, también era considerada de interés la sapiencia del manager de la novena.

El argumento demoledor contra la influencia del racquet en los atletas, dirigentes, oficiales...que se dejan sobornar, es su incidencia trágica, el peligro de desprestigio en que ponen a la discplina por la pérdida de la fe popular en sus deportes y en sus atletas.

En 1945, en el Madison Square Garden, el clima de un torneo intercolegial de baloncesto se nubló, pero había sido previsto y comentado por coaches y críticos de la época, el evento fue preparado por un empresario de profesión.

Antes de que se produjera “el tongo”, un cronista de moral y decisión había escrito, “...es necesario que se haga una confesión dolorosa: el Garden se abarrota en los programas de basquet, no por la contienda en sí, sino por el dinero que se apuesta a manos llenas y a la luz pública...”.

Como sucede casi siempre con los “iluminados de valor”, la mayoría lo consideró un juicio absurdo, incluso un argumento de mala fe, tal oposición festinada a la verdad le abrío las puertas al racquet goloso, venenoso y organizado.

Entonces, luego de una larga investigación se comprobó, porque lo confesaron, que los cinco estrellas del Brooklin College habían sido sobornados, el grupo raquetero lo componían 4 pandilleros, entre ellos Rosen y Stenmer, hampones que durante largo tiempo operaron juntos en carreras de caballos, en peleas de boxeo y en grandes juegos de Football.

Harvey Stenmer tenía aspecto de “deportista”; el otro, Henry Rosen, que le propuso el dinero a los jugadores, era popular por su gran bigote, en el ambiente le llamaban “Mostacho”.

La confesión de los atletas casi niños fue plena y unánime, enseguida los borraron de cualquier competencia deportiva y los expulsaron del colegio.

Las madres de los cinco jóvenes apelaron a la clemencia a través de la prensa de Brooklin, no querían que sus hijos vivieran bajo el peso de semejante estigma.

A mediados de los 50's, el fanático cubano despertó con asombro y pesar por la noticia de que dos peloteros del Fortuna habían arreglado un juego de la Liga Nacional Amateur, Costoya y Eduardo “Titirite” Cárdenas, después de confesar el delito, fueron barridos para siempre del deporte.

Sin embargo, a principios de los 60's, escuché en Cuba que el pitcher Cárdenas había jugado en México con otro nombre, lo que no me consta ni me he vuelto a interesar por el rumor; en cambio, ¿Qué conozco? que la ambivalencia moral se puede imponer para destruir a un país y Cuba es un ejemplo: al día siguiente del discurso con que el tirano eliminó el beisbol profesional, Septiembre de 1961, instalaron a Cárdenas como dirigente del “deporte más sano del mundo” en un departamento del regional Boyeros.

Condonar deudas morales es de amorales, pero solicitarlo también, cada vez que uno oye cómo solicitan la “limpieza” de Pete Rose porque...se ratifica el cambio de moral del pueblo americano de malo a peor, incluso quienes deben mantener la salud del pasatiempo guardando su integridad, su ética, pecan como cualquier sobornado con la justificación de “ya purgó”, son reclamos hechos, muchas veces, por el ex-compañero de faena, por el amigo que, sin tener en cuenta cuánto contribuyen contra la moral social general, intentan abrirle las puertas al estigma en el deporte.

El caso de Pete Rose es curioso, reflejo de una tremenda injusticia desde otro ángulo, porque, cuando los fanáticos, la prensa cómplice y una gran parte de jugadores de hoy lo solicitan “limpio de polvo y paja”, jamás lo hacen como parte de una lista que contemple a los 8 de 1919, incluso a los del siglo XIX, separados mucho antes que el ex infielder del Cinci.

Cuando los juveniles del Brooklin College fueron separados del deporte y expulsados del colegio, una madre desgarrada dijo lo siguiente: “La sociedad americana, más que condenar a estos alumnos, está en el deber de combatir la afluencia dañina de los raqueteros que arrastran a los hombres por caminos que nadie sabe si serán de bien o de mal...”

Si usted analiza el caso Rose, si observa que nadie lo sonsacó ni lo sobornó para que apostara como manager de un club de Grandes Ligas, que todo lo hizo por voluntad personal, entonces tiene que llegar a dos conclusiones: no es un compulsivo del juego porque no ha tratado de suicidarse y ES UN RAQUETERO, su propio gánster.

Nadie puede responsabilizar al deporte por una decisión delincuente, pero más por la moral social, este hombre pudo dar todos los hits que dio, PERO “TIENE” QUE SEGUIR SUSPENDIDO POR SIEMPRE JAMÁS, así de sencillo, porque la sociedad no puede suicidarse instalando capítulos que empeoren lo que es una infecto-contagiosa en todos los órdenes.








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