LA JUSTICIA SECUESTRADA: LO QUE SIGUE TRAS LA DENUNCIA DE TULSI GABBARD CONTRA OBAMA
Por Carlos Carballido La directora nacional de inteligencia, #TulsiGabbard , acaba de lanzar una bomba institucional: una denuncia formal co...
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Por Carlos Carballido
La directora nacional de inteligencia, #TulsiGabbard, acaba de lanzar una bomba institucional: una denuncia formal contra el expresidente Barack #Obama y su círculo íntimo por CONSPIRAR para socavar la legitimidad de las elecciones de 2016.
No se trata de una declaración en un podcast, ni de una queja mediática. Es una remisión documentada al Departamento de Justicia. ¿Y ahora? ¿Funcionará la justicia americana?
La pregunta duele. Porque la respuesta es incómoda: la justicia estadounidense ya no es ciega. Tiene favoritos. Tiene intocables. Tiene enemigos designados.
La denuncia, presentada el 18 de julio de 2025, acusa directamente a Obama, James Clapper, John Brennan, Susan Rice, Andrew McCabe y otros pesos pesados de haber conspirado para:
• Fabricar inteligencia manipulada sobre una supuesta interferencia rusa.
• Utilizar el aparato de inteligencia federal (CIA, NSA, DNI, FBI) como arma contra el presidente electo Donald Trump.
• Influir en la opinión pública con el propósito de anular la voluntad del pueblo estadounidense.
En palabras de Gabbard: “Fue una conspiración traicionera al más alto nivel del gobierno.”
Pero mientras esas palabras retumban, la maquinaria judicial… permanece en silencio.
Legalmente, cuando ocurre una denuncia DOCUMENTADA como esta, el Departamento de Justicia debe:
1. Evaluar los documentos entregados.
2. Determinar si existe mérito suficiente para una investigación penal.
3. Designar, si corresponde, un fiscal especial o inspector general.
Pero aquí viene la trampa: los mismos mecanismos que deberían investigar este abuso de poder están colonizados por los mismos intereses que lo permitieron. Es el zorro a cargo del gallinero. Y no es la primera vez
Lo que estamos viendo en EE. UU es al final, una doble vara judicial. Y lo sostengo basado en los hechos :
• Trump: Enjuiciado por papeles, por llamadas telefónicas, por tuits mal escritos.
• Obama: Denunciado por usar inteligencia nacional para manipular elecciones… y ni siquiera una citación.
Ya hemos sido testigos de semejante panorama con Hillary Clinton: 33.000 correos borrados, cero cargos.
Biden: documentos clasificados en su garage, cero allanamientos.
La CIA y el FBI: mintieron bajo juramento, filtraron información y participaron en operaciones psicológicas internas. ¿Repercusiones? Ninguna.
¿Dónde está la justicia? No la veo. Solo mentiras institucionalizadas.
La narrativa de que “Rusia ayudó a Trump” fue un dogma durante años. Los medios la amplificaron. Las redes la blindaron. El Congreso la usó como herramienta de chantaje.
Hoy, documentos desclasificados muestran que gran parte de esa narrativa fue armada. Basada en el infame dossier Steele, financiado por la campaña de Hillary Clinton y promovido por funcionarios de inteligencia.
Lo que Gabbard denuncia no es solo una mentira: es una operación psicológica a escala nacional, montada desde dentro del Estado.
Pero…. ¿Y ahora qué? Nada. O casi nada. A menos que el pueblo despierte y eso no lo veo posible.
El sistema no se va a investigar a sí mismo. Por lo menos NO cuando la justicia ha sido secuestrada por intereses partidistas, por redes de lealtad y por un miedo visceral a que alguien levante la piedra del “gobierno permanente”.
Según lo veo, Obama no será juzgado por traición. Legalmente, no cumple la definición constitucional. Pero podría —y debería— responder por conspiración, abuso de poder y manipulación del aparato estatal.
¿Lo hará? No. A menos que el sistema sea forzado y me cuesta mucho creer que algo así ocurra.
La justicia americana aún tiene templos, códigos, jueces y fiscales. Pero le falta lo esencial: honor, equilibrio y coraje.
La denuncia de Tulsi Gabbard es un grito dentro de un palacio sordo.
Si no se responde con una investigación real, no solo quedará impune Obama.
Quedará muerto el principio de igualdad ante la ley.
Y con él, una parte vital de la república.
La justicia no está ciega. Está secuestrada.
Y como todo secuestro, solo puede terminar de dos formas muy improbables : pagando con la verdad… o cortando con la mentira.