LA JUSTICIA SELECTIVA: PRONTITUD CONTRA TRUMP Y SILENCIO SOBRE OBAMA.
Por Carlos Carballido. La memoria corta está matando la capacidad critica de la opinión pública americana. Mientras el Congreso de mayoría...
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Por Carlos Carballido.
Mientras el Congreso de mayoría republicana y ciertos sectores del Departamento de Justicia (DoJ) se movieron con una rapidez fulminante para perseguir a Donald Trump en el 2016 , la respuesta institucional ante denuncias mucho más graves —como las formuladas por Tulsi Gabbard contra funcionarios del círculo de Barack Obama— ha sido casi inexistente.
Tras asumir el 20 de Enero
Del 2017 no pasaron ni 118 días de mandato para que el Departamento de Justicia, presionado por la MINORIA del Congreso en ese entonces liderado por Nancy Pelosi, nombraran al fiscal especial Robert Mueller para investigar la supuesta “colusión rusa” de Donald Trump , basada en el hoy desacreditado y totalmente falso dossier Steele.
Los Demócratas no quitaron el dedo del renglón y cuando vieron que Mueller no tenía nada en las manos, pasaron inmediatamente a otro Impeachment contra el mandatario, basados en la filtración de una llamada con el presidente ucraniano Zelenski en Junio del 2019.
La investigación y procesamiento legal de ese nuevo show se hizo tan rápido como dos meses y ya en Septiembre de ese año, todo estaba listo para volver a procesar a Trump. El proceso, más que legal, fue político, y se ejecutó con una velocidad quirúrgica. El andamiaje institucional se activó como una maquinaria bien aceitada, empujado por una narrativa ( desmontada ahora por Tulsi Gabbard ) previamente instalada desde 2016.
Si esto no es actuar rápido ( 118 días el primer intento y 60 días el
Segundo) entonces ¿dígame qué es? La única respuesta es que los Demócratas no pierden tiempo si se trata de sacar del medio a quien se les opone. A los republicanos les faltan pantalones para lo mismo.
Estamos ya en Agosto y desde junio pasado, la propia Directora Nacional de Inteligencia -basada en la Executive Order 13526 que no necesita de un mandato presidencial-presentó formalmente una denuncia pública contra el expresidente Barack Obama, exdirectores de inteligencia, miembros del FBI y del Departamento de Justicia.
La acusación no era abierta sino con nombres y apellidos a partir de documentos desclasificados en los que puede probarse el plan de Obama y su camarilla para sacar del juego al rival de Hillary Clinton en las elecciones del 2016.
Pese a la gravedad institucional sin precedentes de estas denuncias —que, de ser comprobadas en un tribunal de justicia , configurarían una conspiración de Estado para alterar el sistema electoral— la reacción ha sido demasiado tibia: Ninguna investigación formal abierta por el Congreso. El DoJ no ha emitido citaciones públicas ni imputaciones y continúa un silencio mediático casi absoluto, salvo en medios independientes.
La única respuesta estructural fue la desclasificación reciente del Anexo de Durham (julio de 2025), que confirma que al menos parte de la narrativa antitrumpista se basó en inteligencia politizada o incluso fabricada. Pero solo eso. La agresividad que se necesita aún está durmiendo la siesta.
El contraste es brutal.
Cuando el acusado es Donald Trump, las instituciones se activan con reflejos de tigre enjaulado. Pero cuando los señalamientos apuntan a Barack Obama, John Brennan, James Comey o la maquinaria de inteligencia demócrata, el sistema entra en modo hibernación.
No se trata de defender a Trump, ni de acusar sin pruebas a Obama. Se trata de exigir coherencia institucional, y que los procesos de justicia no dependan del color político del acusado. El derecho no puede ser selectivo sin volverse tiránico. Pero es lo que estamos viendo. Una tiranía política que los republicanos toleran.
Pero aquí entra la ecuación de los que ostentan la silla roja congresional . Un partido que se ha vuelto pusilánime por eso de la “ corrección política”. Congresistas que temen exigir justicia equitativa porque en el fondo simpatizan con los Demócratas. Solo basta ver que votan junto a ellos mas veces que lo que deberían.
La política estadounidense es una desgracia.