EL FALSO RECLAMO DE TIERRAS ROBADAS PARA JUSTIFICAR INMIGRACIÓN ILEGAL
Por Carlos Carballido. Rowlett, TX.- La narrativa del “robo de territorios” por parte de Estados Unidos a México durante el siglo XIX ha sid...
Por Carlos Carballido.
Rowlett, TX.- La narrativa del “robo de territorios” por parte de Estados Unidos a México durante el siglo XIX ha sido sostenida por décadas en discursos políticos, protestas callejeras y relatos históricos selectivos. Esta idea, basada en una versión simplificada de la historia, ha mutado en los últimos años hacia un argumento emocional para justificar la inmigración ilegal masiva desde México y Centroamérica a Estados Unidos. La premisa es la siguiente: como EE.UU. le “quitó” la mitad del territorio a México, los mexicanos tienen un “derecho histórico” a cruzar sin permiso, asentarse y hasta reclamar espacios que supuestamente les pertenecieron.
Pero, ¿es esto históricamente sostenible? La evidencia indica que no.
La historia que no se cuenta: el contexto del siglo XIX
El artículo del escritor John M. Contino, publicado bajo el título “Mexico Has No Right to U.S. Territory”, sintetiza una cronología fundamental. México se independizó de España en 1821 y heredó un norte vasto, inhóspito y prácticamente vacío. Texas, California y el desierto suroccidental no eran “patria mexicana” en sentido estricto. De hecho, según cifras históricas citadas por Hayden Daniel (2020), en 1830 había solo unos 3.000 no indígenas en Alta California y 5.000 mexicanos en Texas, frente a una población mexicana total de unos 7 millones.
Estos territorios estaban más ligados a las rutas de los comanches o apaches que a cualquier control efectivo mexicano. Las autoridades mexicanas intentaron repoblar Texas concediendo tierras a colonos estadounidenses (los llamados empresarios), como Stephen Austin, pero esa colonización pronto se volvió incontrolable. En 1836, Texas se independiza tras rechazar las imposiciones del centralismo de Santa Anna. México jamás logró reconquistarla.
Cuando Estados Unidos anexa Texas en 1845, se desata la guerra. Pero no fue una invasión unilateral sin precedentes, sino un conflicto de dos Estados soberanos por tierras cuya soberanía ya estaba en disputa. La guerra termina con el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), en el cual México cede territorios a EE.UU. a cambio de $15 millones y la asunción de deudas por parte de Washington. La legalidad del tratado es indiscutible: fue firmado por el gobierno mexicano, ratificado por su Congreso y cumplido por ambas partes.
La falacia de la “reconquista”
En años recientes, figuras como el senador mexicano Gerardo Fernández Noroña han ironizado con mapas de México de 1830, sugiriendo que el “verdadero muro” se construirá “en las fronteras de aquella época”. Esta retórica, aunque simbólica, ha alimentado una narrativa peligrosa: que los mexicanos tienen “derecho a retornar” a territorios que nunca controlaron realmente y que, por tratado internacional, dejaron de pertenecerles hace casi 180 años.
El problema es que esta narrativa ya no es solo un gesto político: sirve de pretexto cultural y emocional para justificar violaciones sistemáticas a las leyes migratorias de EE.UU. Algunos activistas, como los del movimiento La Raza o Reconquista, han llegado a sostener que “la migración es un acto de justicia histórica”. Esa idea, por más poética que suene, es incompatible con el principio de soberanía nacional y con cualquier noción seria de Estado de derecho.
Demografía como arma política
Pat Buchanan advirtió, con acierto polémico pero realista, que “la demografía es destino”. La migración masiva y no regulada, como la que se ha producido en décadas recientes desde México y América Central hacia EE.UU., no solo cambia el paisaje cultural, sino que está siendo utilizada como una forma de presión política interna.
Manifestaciones con banderas mexicanas en suelo estadounidense, protestas contra ICE, y llamados a la abolición de fronteras no son expresiones aisladas de protesta humanitaria: son parte de un fenómeno donde el victimismo histórico alimenta una agenda de “reconquista demográfica”. Un número creciente de ciudadanos de origen mexicano o latinoamericano —ya nacidos en EE.UU.— han sido expuestos a la idea de que su presencia es una forma de “reparación histórica”.
Realismo, no revisionismo
Negar que la historia está llena de conflictos y disputas territoriales sería ingenuo. Pero usar selecciones parciales del pasado para justificar ilegalidad presente es una forma de revisionismo funcional, diseñado para servir intereses ideológicos y deslegitimar la soberanía nacional de Estados Unidos.
La inmigración legal es un derecho regulado por leyes y políticas públicas. Lo demás —entrar sin permiso, asentarse en territorio ajeno, exigir beneficios y luego apelar a agravios históricos— es simplemente una violación de la ley. Y ninguna guerra de hace 180 años puede cambiar ese hecho.
Fuentes históricas complementarias:
• Robert W. Merry, A Country of Vast Designs: James K. Polk, the Mexican War and the Conquest of the American Continent (2009).
• Brian DeLay, War of a Thousand Deserts: Indian Raids and the U.S.-Mexican War (Yale University Press, 2008).
• Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), texto original disponible en Archivos del Congreso de EE.UU.
• Hayden Daniel, “California Was Never the Homeland of Mexican Invaders” (American Greatness, 2020).
• U.S. Census Records y archivos del Instituto Nacional de Estadística de México, década de 1830.