El dulce negocio del anticastrismo en Miami

 Por Carlos Carballido.

El más reciente chanchullo del neoexilio cubano de Miami entre Vladimir Escudero en el personaje de Serrano y el Cabo Malanga (Eliécer Avila, líder de Somos Más) en  lo único que ha servido es para  entender que desde hace unas  seis décadas el anticastrismo en Miami, más que una ideología de lucha, ha sido una fuente de ingresos para muchísimos pícaros en estos asuntos de la política.

Tanto así es que Malanga, perdón Eliecer, sin sudar la camisa ni pasar lo que cualquier exiliado común sufre para adaptarse al “american way of life” ha logrado  saltar cualitativamente de ser un  despachador de Pizzas en barrios latinos miamenses a convertirse en una figura opositora  que vive de su politiquería y le ha permitido no solo comprar una casa de más de medio millón de dólares, sino hasta de presumirla en sus redes sociales. “La causa”, por así llamarlo, está dejando buen billete para estos pícaros vestidos de políticos, que siguen esa misma rutina que, al final, es la única responsable de que la tiranía cubana haya durado tanto a sólo 90 millas de Estados Unidos.

El Cabo Malanga no es el único en estos últimos tiempos. A ese viaje galopante se han unido desde Alexander Otaola (el más connotado de todos tras pasar de ser un jinetero travestido que robaba prendas femeninas en tiendas de Miami a flamante dueño de un rancho en las afueras de esa ciudad), hasta la líder del movimiento Cuba Decide, Rosa María Payá Acevedo. Todos tienen como denominador común: un  supuesto enfrentamiento al Régimen de Castro para luego de un lapso muy corto pasar a formar parte de una élite que además de vivir muy bien económicamente, se sienten con el arrogante derecho de dirigir la política del exilio cubano a cualquier costo, desde fabricaciones de protestas y caravanas hasta las de inventar barcos con contenedores llenos de comida hacia Cuba.

Esta nueva oleada de cubanos que llegan a Miami y que misteriosamente reciben todo el apoyo mediático y  de políticos de origen cubanoamericano, son los encargados de silenciar toda expresión coherente de muchos exiliados y sus descendientes que insisten en reclamar justicia ante los desmanes que los Castro han impuesto por más de 60 años a un pueblo en la diáspora.

Desde la traición a los expedicionarios cubanos de Bahía de Cochinos, este ejército de cubanos despreciables  ha estado simplificando el problema a una serie de tesis y proyectos que esquivan una crítica directa al régimen de La Habana. Apoyados en el pacto de NO agresión que USA aplica desde la Crisis de los Misiles a los Castro, hablar de enfrentamiento directo al régimen es una herejía y todos estos nuevos politicuchos y politiqueros  de la diáspora no hacen otra cosa que vivir un metamorfoseado manto  anticastrista que se va por las ramas todo el tiempo.

Si hacemos un ejercicio mental e imaginamos por un minuto que amanecemos un día y la tiranía, en pleno, decidió entregar el poder ¿Qué sucedería más allá de que la sociedad cubana no sabría qué hacer con su libertad? Bien. Esta pregunta llevaría a otras dos… ¿De qué vivirían los políticos cubanoamericanos que llevan décadas usando al anticastrismo como plataforma política pero que se desentienden de cualquier proyecto frontal contra La Habana, incluso dando la espalda al único presidente que tuvo pantalones para enfrentarlos como  fue el caso de Trump? Ileana Ross, los Díaz Balart, Marcos Rubio y ahora María Elvira Salazar son lo que son porque no saben otra cosa que disfrazarse de anticastristas a pesar de que llevan la cruz de ceniza del izquierdismo en sus almas. La otra pregunta que podríamos lanzar es si podría el Cabo Malanga mantener su mansión de medio millón de dólares, Otaola su rancho con gallinas , vacas y caballos o Rosita viajar el mundo con gastos pagados para hablar de diálogo con una dictadura.

Las respuestas son obvias y cualquier lector con más de una  neurona sabría que con estos personajes ni se negocia ni mucho menos se les sigue porque son parte del cáncer que ha alejado a los cubanos de una libertad genuina.

Decía el maestro del periodismo anticastrista, Andrés Pascual (EPD), que todo esto era posible porque Castro se había encargado de sembrar en Miami a una manada de cubanos miserables que al final llegaron a convertirse en público fértil que consume todo ese show barato,  desde  los políticos cubanoamericanos citados anteriormente, reguetoneros arrepentidos,  hasta  opositores de bacarat que no aguantan ni una crítica por ligera que sea.

La “causa” anticastrista, repito,  ha estado dando dinero por más de  6 décadas y seguirá dando. No lo dude. Todo vale. Desde pugilatear un Grant hasta hacer de un movimiento marginal el último grito de libertad dentro de la isla mientras que presos políticos como Yandier García Labrada del Movimiento Cristiano Liberación MCL  se pudren en mazmorras cubanas sin ser mencionados  ni por la prensa miamera ni por estos vividores confesos. Este silencio cómplice lo rellenan con líderes fabricados, huelguistas de hambre que terminan comiendo a las dos semanas y hasta movimientos internacionales para sacar al Gato de Cuba de una citación en Villa Marista. Así va este circo.

Insisto que si buscamos culpables hay más de uno a quien señalar.  Los que menos quieren estos personajes que he citado aquí y otros que obvio por lo infinito de la lista,  es un cambio real que permita la libertad en Cuba. Hacen y harán todo lo posible para que no ocurra y por extensión,  sumarán esfuerzos para aplastar a toda voz que exija o intente un ataque frontal al castrismo.